martes, 19 de enero de 2010

después de dos noches de lavado de cerebro, de consejos buena onda, de ánimas de cambio y entendimientos, me decidí a quererte. o a no poner palos en la rueda al menos, dejar que fluya, relajarse lo llaman.

lo intenté, me esforcé, quise disfrutar de los momentos sin peros, ni porqués y sin qué pasará mañana.

Accedí a todas tus propuestas, me amoldé a los horarios, reí sin pensar en cada chiste, me animé a mirarte con admiración, perdiendome en el centro de tus ojos, sintiendo ese "algo" mas allá, conversé de todo lo que me interesa, sin avergonzarme de nada y encontré lindas respuestas, compatibilidades impensadas, sentí que me recibían con cariño en una casa extraña mientras yo viajaba en busca de lo desconocido por algún lugar del mundo. Hiciste que me sintiera a gusto en mi lugar, un lugar abierto para mi en tu vida.

a pesar de que no fue del todo natural al principio, los días me fueron llevando a olvidarme de tantos prejuicios y a disfrutar cada vez más de las situaciones, ya no me sentí tan alerta o a la espectativa de algun error que puedieras cometer, de a poco fui confiandome a vos. llegué al punto exacto de conectar mas que la piel, el alma en una cama, la que fue nuestra cama.

sin conciencia de lo que pasaba me olvidé de todo lo demás, trasladé a segundo plano a las amistades, la familia, el estudio, y aunque no es lo ideal, confiezo que me sentí cómoda con lo que hice, que estaba bien entregarme a vos con la ilusión de una quinceañera virga.

así, pasaron 7 días de los cuales sólo pudimos estar una hora separados, nos quisimos, nos extrañamos, nos acostumbramos.

hoy, encontré un aro en tu cama, no es mío. ¿y ahora, qué hago?