domingo, 3 de junio de 2012

Cementerio de Jardines

esperé a la puerta cinco minutos reales de reloj; sentí que fueron cuarenta. casi el mismo número de personas que desde la esquina empezaron a arrimarse. a venirseme encima. el lado cuerdo de mi cabeza supo que nadie me miraba, podría decirse que no notaron siquiera mi presencia. mi angustia. pero mi otra realidad hizo que segundo por segundo me faltara el aire en plena calle. sentí ganas de correr y las piernas no me respondieron. me ahogaba a medida que se acercaban. el corazón iracundo pasando factura. una cárcel sin rejas. sentí que me invadían la vida. criaturas. muchas. recién soltándose de la mano de sus padres. sus padres. sus madres. muchos. se reían todos, de ellos, de su vida, de mi. no, no de mi. nadie percibió que yo estaba ahí y mi pecho se cerraba. estaba ahí? caminaron, pasaron, desaparecieron en la próxima esquina. yo y mi angustia. el límite de ella y todo lo que se oculta en mi oscuridad. la desesperación de saber que podía desmayarme en ese instante. nadie abría la puerta. mi espera. mi respiración. la transpiración fría en la nuca. el llanto inminente. la cordura sosteniéndome. los niños, tan lindos, tan inocentes, tan todos ese niño. aquella historia que me contaron sobre un niño nació cerca de mi. niño que no supe. que no vi. niño que hoy se me representa en todos los niños. en todos los coches. en todos los jardines.

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