martes, 1 de julio de 2008

Una ley que no encuentra su sistema.

El hecho de vivir en una sociedad codificada y no haber aprendido las leyes que la rigen me genera ciertos problemas cotidianos y complicaciones de índole moral a veces traumatizantes. Son dilemas de eticidad que no lo logro superar, o mejor expresado, asimilar. Prefiero taparlos o simplemente pormenorizarlos para no sufrirlos. Qué tan felices podemos ser con una moral inadaptada, con excaso sentido de la culpabilidad, si vivimos en un lugar donde la culpa hace eficiencia en la conciencia de los más que nos rodean.
Pedir perdón no es constitutivo de mi ser, las personas necesitan que les pidamos perdón. Con palabras o con hechos, para mi es igual, ninguna de esas formas se adapta a mis ideas. Siento además que si tuviera limpias esas mismas, o si bien encontrara los decires para validarlas frente al resto tal vez hallaría una salida de emergencia eficiente o bien las soluciones para los efectos de mis actos y dichos.
Supongo que la cuestión es una diferencia tajante en la apreciación de la trascendencia tanto de los actos como de las palabras, en cada circunstancia, en cada relación, en todas las vicisitudes y en cada movimiento lo que me distancia es la relevancia que en mi merecen, la poca relevancia queiro decir. A nadie más le pasa, todos a su manera se preocupan, se movilizan, se incentivan o deprimen y reprimen, yo no puedo.
Mis vaivenes o baibenes, todavía no aclaro eso, nacen de mi, mueren en mi. No se ven influídos por el sector externo, este se mantiene siempre ajeno, constante y ajeno.
Y así soy yo la que se aleja. Queriendo y no.
Empiezo a pensar que todo sería más fácil si creyéramos en Dios. O a lo mejor en la culpa judía, o en el clamor y salvación de Cristo; pollera nuevo testamento en mano y algunas caminatas, así tendría respuestas. Con el único argumento que la fe, pero respuestas al fin.
Otro camino podría ser la reveldía, como militante de la izquierda subversiva, o como punk de ojos y ropa negra, o porqué no tambien como indigente en la plaza Libertad con Rómulo y par de mudas de ropa que después de un tiempo dejaría de usar.
Abogada por qué no? Sabiendo de todo código nacional, provincial, leyes complementarias, decretos a veces inconstitucionales, sobre política, economía, sociología, la historia de la codificación que de todos modos no llego a concebir desde los fenicios hasta los más desarrollados romanos pasando por la lucha entre Atenas y Esparta, y estudiando cada revolución industrial, francesa, rusa, la guerra fría..
Y todo para llegar al mismo lugar en que aún nada me vale la pena. La verdadera pena, porque se reconocer que también vivo en la superficie, y a veces suelo ser parte. Es que de otro modo no tendría qué hacer. No hay sentidos, no hay realidades, solo apego a las costumbres. Costumbres que no comparto, que no entiendo, que no acepto.
En muchas ocasiones mi consuelo fue creer en que todas son etapas que desembocan en una vida que todavía no empezó. Pero tampoco funciona, no le encuentro sentido a hacer, estudiar, decir, estar, para luego vivir.. no es acaso una pérdida de tiempo? o en su caso no me estaré demorando mucho en empezar con la que sí será mi vida, ya van 22 años. Ok el tango dice veinte años no es nada pero, y los dos últimos de yapa? tampoco?.
Y le pongo empeño, me cuesta crear compromisos de largo plazo, pero al menos en el corto le pongo empeño, y trato de insertarme. Me hace sentir igual que a un ex-convicto que transgredió el sistema y ahora debe volver a adaptarse si no quiere seguir privado de libertad. Mi casa es lo que sería mi prisión o mi refugio en el mejor de los casos, de todos modos salir es una cuestión difícil, y reinsertarse a un sistema puf! Máxime cuando detesto ese sistema, tan determinado, lleno de prejuicios, minado de personas sensibles que explotarían con sólo pasarles por al lado. Gente que te quiere querer, no lo dudo; pero también víctimas potenciales de nuestra inestabilidad y falta de compromiso. El cómo hacer para reparles el dolor sin sentir arrepentimiento o el devolverles la confianza cuando soy yo quien no confío en nada y menos en nadie, eso aterra.
Cómo, en un mundo basado en códigos de confianza, de fe, de lealtad, de amor.. cómo vivo si no conozco el significado de esos términos.
Ahora estoy delirando, lo se.

2 comentarios:

Barra dijo...

definitivamente usaría esto como carta suicida si alguna vez necesitara una. Espero no necesitar una porque solo pensar que, de querer suicidarme necesite una carta escrita por alguien más me deprime como para terminar buscando esa carta.... un circulo vicioso que claramente termina conmigo muerto.

Muse Of Evil dijo...

después de leer el comentario, tarde por cierto.. pensé qué tan oscuro y frívolo será lo que habré escrito, y leí de nuevo.

..ahora creo que ya escribí mi carta de renuncia.