martes, 5 de julio de 2011

sin palabras

Se dice que las personas somos libres de nuestros silencios pero esclavos de nuestras palabras, creo que gran parte de los compromisos que un está convencido de asumir exigen una contundente explicitación, una condena en palabras; porque muchas veces el juego de la incertidumbre, de lo implícito, del misterio, de probar la propia capacidad de revelar y descubrir secretos por pistas termina por enmarcarnos cual pintura surrealista de Dalí. Nos deja parados sin saber dónde. Sin poder reconocer la pequeña diferencia entre lo real y lo abstracto; terminamos por confundir lo que hay en concreto, lo que abrazamos, lo que besamos con aquél idílico ser que sólo se representa en la cabeza.
Cuando el lenguaje alternativo de las palabras se pierde para quien las dice o quien las escucha, es casi inevitable la distancia corpórea, el espacio que se va formando dando lugar a la crítica y los reproches, la soledad que empieza a crecer en el alma aún tan llena de momentos, es prácticamente insalvable.
Ya no hay palabras que sirvan. dijimos todo con silencios y nuestros actos no alcanzaron para refutarlos, no hay espacio para una palabra más. ya no importa que hay de mi, ni que hay de vos en mi. ya de nada me sirven los momentos que guardo con vos o aquellas ilusiones que se hicieron fuertes con los meses.
Es como si nos hubiésemos perdido en la vorágine misma de los días y aún en la quietud y la complacencia de nuestra propia tristeza diaria.
Todo es cambio. el pasaje difícil entre lo que YA no es y aquello que TODAVÍA no es. Siendo hoy la nada misma, el vacío, el desinterés de todo y la imposibilidad de manifestar emociones claras. La falta de palabras aún manejando un gran vocabulario, aún teniendo un diccionario en las manos. La falta del significado de las palabras, de ese significado propio de una pareja que capta los subliminales del hablar.

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